Francisco María Vázquez
Hermida nació en Lugo el 25 de febrero de 1891.
Su padre fue Juan Vázquez Fernández, jornalero, y su madre, Jacoba Hermida
Seijas, guardagujas, murió joven, ambos naturales de Lugo. Tuvo tres hermanas:
Lola, María y Concha. De profesión fue panadero. Emigró a Madrid para mejorar su vida. Se
casó con una mujer valiente y trabajadora, Emilia González Muñoz, también
emigrante, de Ávila, y a los 25 años tuvo a su primera hija, luego vinieron seis
hijos más, de los que sólo dos sobrevivieron.
La corriente
liberal de la época le llevó, en 1927, a
afiliarse a la U.G.T., sindicato socialista que defendía los derechos de
los trabajadores. En 1932 se adhirió al Partido Socialista y se le nombró Alcalde del Barrio del Lucero, distrito de La Latina, donde
vivió en una casita baja que levantó en un solar comprado en 1930. Allí trabajó
para conseguir llevar el agua al barrio, aportó dinero para la construcción de
la escuela, y demostró que era un hombre solidario y emprendedor, además de
culto. Su vida cambió drásticamente cuando en julio de 1936, en su calidad de alcalde, recibió la orden de formar una agrupación para la defensa de las
personas y las cosas del barrio ante una inminente sublevación militar. En
noviembre de 1936 fue evacuado, debido a los combates con las tropas nacionales
que pretendían entrar en Madrid por el oeste, y se trasladó con su familia a un
piso en el centro de la capital donde vivió hasta que, por fin, la guerra
terminó. Inmediatamente, fue denunciado por la esposa de uno de los vecinos del
barrio, acusándole de haber sido responsable del asesinato de su marido, ya que
según ella, le vio acompañando a otros para identificarlo y llevarlo a la checa.
Esta declaración bastó a las autoridades para que lo condenaran, tras un
“juicio sumarísimo de urgencia”, sin garantías. De nada sirvieron las declaraciones
de los residentes, que le definían como “una persona a la que no vieron cometer
desmanes ni se metió con ningún vecino, y que en repetidas ocasiones, manifestaba a sus compañeros de trabajo y al portero de
la finca donde habitaba que estaba
asqueado de todo aquello que estaba pasando y deseaba que terminase la
guerra”.
A pesar de la
falta de pruebas, pues los “hechos no han podido ser comprobados”, el 26 de junio de 1939 entró en la prisión
habilitada de Torrijos, donde estuvo cuatro meses. El 6 de julio de 1939 recayó la sentencia: “Autor de un delito de adhesión
a la rebelión con la concurrencia de las circunstancias agravantes de
perversidad y transcendencia de los hechos” condenándole a la pena de MUERTE.
En agosto de 1939 su hija María le vio por
última vez cuando le llevó a la cárcel a su segunda nieta recién nacida, la
cual le honró llevando su mismo nombre.
El 21 de octubre de 1939 le fusilaron a las cinco treinta horas, en la
tapia oeste del cementerio de la Almudena de Madrid.
Mi bisabuelo Francisco Vázquez fue
una víctima de la injusticia.