El Ayuntamiento argandeño, en colaboración con la Universidad de Alcalá de Henares y gracias a la excelente labor desarrollada por el Archivo Municipal, ha editado “El cuaderno del maestro”. En él se recogen los trabajos elaborados entre 1922 y 1932 por alumnos de la escuela argandeña del profesor Román Aparicio al que se homenajea con esta obra personalizando un reconocimiento que se hace extensible a todos los buenos maestros que han puesto su saber al servicio de la enseñanza. La Universidad de Alcalá de Henares fue el marco en el que se presentó “El cuaderno del maestro” y la exposición “La escuela de la memoria”, que acompaña a la publicación trasladándonos a las aulas de comienzos del siglo XX. Allí se dieron cita, docentes argandeños, responsables políticos, profesionales de la enseñanza universitaria y de la investigación, y la familia de Román Aparicio, el que fuera maestro de la Escuela nº2 de Arganda. En la presentación tomaron parte el rector de la Universidad alcalaína, Virgilio Zapatero; el alcalde de Arganda, Ginés López; y el catedrático de Historia, Antonio Molero. Además, junto a ellos se encontraba el director del Archivo Municipal argandeño, Julio Cerdá, responsable en buena medida de la edición de estos trabajos escolares en homenaje al fallecido maestro de la localidad. ROMÁN APARICIO Cerdá es el encargado de resumir en unas cuantas líneas la vida del ilustre maestro que quedó en la memoria de muchos argandeños. Su nombre completo era Román Francisco Aparicio Pérez y nació en Ciempozuelos en 1892. Su padre, Francisco, y su madre, Esperanza, fueron también profesores en la localidad y a ellos se unió en 1919 tras completar su formación en la Escuela Normal de Maestros de Toledo y tener un primer contacto con la labor pedagógica en Ciudad Real y Guadalajara. Román Aparicio consigue ser titular de la Escuela Unitaria de niños nº2, una escuela ubicada en la calle Tiendas en la que se encontraban matriculados unos 125 alumnos de diferentes edades, que compartían aula y cuadernos. Los principios de la “Escuela Activa”, una renovación pedagógica que comenzó extenderse en las primeras décadas del siglo XX guiaron su magisterio que se vio enriquecido con su conocimiento de la “Escuela nº10 de Bruselas, un centro de referencia de la época”. Se podría decir que su viaje de aprendizaje y enriquecimiento por Francia y Bélgica, no sólo repercutió en los alumnos en los conocimientos y el modo de mostrarlos de su profesor, sino que además supuso un hermanamiento de ambas escuelas. La práctica de la enseñanza de Román Aparicio supondría siempre una corriente de aire innovador alejada de la rigidez que podía caracterizar a otras escuelas de la época. INNOVACIÓN DENTRO Y FUERA DEL AULA Como explica el Rector de la Universidad de Alcalá, Román Aparicio mantuvo a lo largo de su vida un compromiso con una enseñanza viva, eficaz y esencialmente educadora. Tenía un “único objetivo, el acostumbrar al niño a la observación, al razonamiento y a la reflexión, enseñándole a aprender por sí mismo, haciendo de la escuela un privilegiado espacio de convivencia; introduce actividades libres para desarrollar la imaginación, el espíritu de iniciativa y la creatividad, siendo además la tolerancia una de sus virtudes importantes”, añadió Zapatero. “Se trata de un hombre capaz de romper, con una audacia desconocida hasta el momento, las rígidas y anquilosadas formas de educación existentes de la época en al que vivió”, explicó el alcalde argandeño. “Román Aparicio buscaba el acercamiento de los niños a la vida, descubrirles el mundo a través de, por ejemplo, una simple fórmula matemática, de unas coordenadas geográficas, de la observación del milagro de la naturaleza que sostiene nuestras vidas”, dijo López. En el aula de Aparicio existía la coeducación, tanto él como un amigo habían decidido que las niñas podían compartir pupitre con los niños y sus hijas asistían a sus clases. “Los juegos educativos, los trabajos en grupo en forma de talleres y los cuentos vivos”, con los que se fomentaba el desarrollo de la imaginación de los alumnos, eran parte de sus técnicas; sin olvidar que ya puso en práctica lo que ahora conocemos como actividades extraescolares. Este maestro se implicó en la vida del municipio junto a sus alumnos. Creó una Sociedad Local de Deportes, puso en marcha una Biblioteca, intenta organizar conferencias, realiza exposiciones escolares, inicia una caja postal de ahorros, organiza representaciones teatrales, pone en marcha una instalación pluviométrica de donde los chavales recogen datos para los agricultores y abre un pequeño museo “donde consigue reunir una notable muestra de productos locales que sirven como instrumento de trabajo en las lecciones de las cosas”. RECONOCIMIENTO Y POLÍTICA Román Aparicio fue bien entendido por sus compañeros de profesión. Inspectores y responsables educativos alabaron su trabajo, mientras que su criterio vanguardista provocaba la incomprensión por parte de las autoridades y los poderes locales, y de algunos que no dudaban en plantear denuncias, por lo general anónimas, que la inspección resolvía a su favor. Como muestra del apoyo que recibía por parte de la profesión se encuentra el premio otorgado por la revista “El Magisterio español” a Aparicio y a sus alumnos en un concurso nacional en el que compitieron los trabajos elaborados por los escolares. Desgraciadamente, el futuro de este ejemplar maestro, como la de tantos otros españoles, se vería truncado por el inicio de la Guerra Civil española. Años antes, Román Aparicio se había significado políticamente como presidente de la agrupación local de un partido muy ligado a la Institución Libre de Enseñanza, el Partido Republicano Radical Socialista, como explica Julio Cerdá en el relato contenido en “El cuaderno del maestro”. En 1937, en plena guerra, el profesor dirige la primera campaña contra el analfabetismo en la comarca y se convierte en Inspector Delegado de Enseñanza Primaria en 18 pueblos de la zona. Coincidiendo con el final de la guerra, Aparicio llegó a ser presidente local y consejero provincial de Izquierda Republicana, el partido que impulsara Azaña. Al terminar la contienda, el maestro es encarcelado en el Colegio Calasancio de los Padres Escolapios, en la calle General Díaz Porlier de Madrid. Allí, ocupa sus últimos días de vida en enviar a su hijo pequeño, Román, textos e ilustraciones con las que continuar su enseñanza. El 23 de noviembre de 1939 es fusilado. Semanas después, ya demasiado tarde, un documento habla de la conmutación de su pena. “Por muchos años que pasen seguiremos siendo deudores de aquellos maestros que, como Román Aparicio, entregaron su vida en su firme compromiso por defender un modelo de enseñanza avanzado y progresista”, comentó el rector alcalaíno. “Estábamos estudiando y vinieron unas señoras y un señor que enseguida vimos que era el señor inspector. Luego pidió el diario y lo vio y dijo que estaba muy bien y le gustaron las cartas que enviamos a la Escuela 10 para la Fiesta de San Nicolás y también los resúmenes de los clásicos y nos dio la enhorabuena por lo que sabíamos y por el maestro que teníamos, nos dijo que era el mejor de España y que le quisiéramos mucho y lo conserváramos pues no podía haber otro mejor. Todos estábamos muy contentos. Además, dice que va a pedir una Real Orden para premiar a don Román y que iba a ver si podía premiarnos a nosotros llevando un grupo con nuestro maestro y él a Bélgica a ver a nuestros amiguitos de ese país. Ahora estamos deseando de salir para decirlo por todo el pueblo y que sepan que don Román, mi maestro, es el mejor y eso ya lo sabíamos nosotros”. Relato de uno de los alumnos de Román Aparicio tras la visita de la inspección educativa. “Aprovechando los jueves de las tardes agradables de invierno y las deliciosas de primavera y algunas mañanas, la escuela se desplazaba allí donde convenía para desarrollar el plan trazado de antemano, que bien pudiera ser: a.- para realizar prácticas de agrimensura como puro entretenimiento útil, que pronto fue solicitado con fin determinado por algún familiar de los niños. b.- para la enseñanza de la geografía local y regional, poniendo en actividad la observación de accidentes y fenómenos. c.- visitas a fábricas, canteras, etc, para satisfacer la curiosidad natural, acrecentar la formación intelectual y suscitar problemas económicos. d.- para hacer amar el campo y llevar sentimientos de admiración y cariño hacia la gente que le trabaja. e.- como necesidad higiénica. f.- para poner al niño en contacto con la naturaleza que tantas bellezas encierra, procurando como pedía R. Tagore, que el niño la contemple libre y no encerrado durante los más bellos años de su vida”. El maestro Román Aparicio programaba en aquella época lo que hoy se conoce como actividades extraescolares.
Román Aparicio era mi bisabuelo, el padre de mi abuela
ResponderEliminarEs un orgullo tener un abuelo así
EliminarSoy salvador el quinto Nieto del maestro hijo de Julia su quinta hija
Hola. Puedo saber quien eres ? Soy Román Aparicio, nieto del maestro Roman
ResponderEliminarPuedes ponerte en contacto conmigo ? roman.aparicio@telefonica.net
ResponderEliminarhola,roman aparicio es mi bisabuelo
ResponderEliminarHola prima, entonces :)
Eliminar¿Puedes darnos mas datos de tu vinculación ?
Román era mi abuelo y es mi inspiración de libertad. Estoy intentando seguir su estela ...creo firmemente que la educación es el camino de la transformación social y de la construcción interna ...de esa libertad real, de ese criterio basado en datos y no en opiniones de wp sin contrastar. Gracias abuelo por tu inspiracion.. espero haber estado y estar a tu altura desde este colegio de Fuenlabrada que también mira a Europa.
ResponderEliminarYo también soy su nieta, Amparo, hija de Julia que como dijo en su poesía desde la cárcel de Porlier " Hermoso collar", no era de este mundo y se marchó siendo yo muy pequeña. Entre mis manos durante mi infancia, aquellas cartas. Siento de verdad no haber podido conocerlo. Agradezco a la vida, que me haya puesto en contacto de nuevo con algunos de mis primos, ejemplo para mi y a los que admiro de verdad; y poder así saber más de sus esfuerzos, dedicación y valía, honrar su memoria.
ResponderEliminarY hago pública esta reflexión, con orgullo y para que no perdamos la memoria de los grandes fusilados en aquella y otras guerras.
Hola, he recuperado unos 30 cuadernos de mi abuelo cuyo profesor fue el maestro Román de 1930 a 1936 . Estoy clasificándolos y lo que no tiene desperdicio son los dictados con los sucesos del maestro y sus alumnos. Los estoy transcribiendo.
ResponderEliminarHola, Mariano.
ResponderEliminarUn placer saber todavía hay personas que mantienen vivo el recuerdo de nuestros antepasados.
Soy Román Aparicio, nieto del Maestro Román. Te propongo compartir la información de la que dispongas. Yo tengo escaneados los cuadernos que conserva mi padre. Si tu también los tienes escaneados te propongo intercambiarlos. Seguro que todos encontramos algún buen recuerdo y colaboramos a mantener vivo su recuerdo
Salut ¡¡
Hola, he hablado con el archivo de Arganda y van a digitalizarlo para que puedan acceder a consultarlo aquellas personas interesadas. Lo que estoy transcribiendo son los dictados, son maravillosos los que describen vivencias y el día a día.
ResponderEliminarUn saludo
Hola, perdón por la molestia. Sigue Julio Cerdá al frente del archivo ?
ResponderEliminarUn saludo
Buenos días, sí, efectivamente continúa Julio Cerdá al frente del archivo. En el día de ayer le hicimos entrega de los cuadernos para que sean digitalizados y accesibles desde la web del archivo. Este es un pequeño adelanto y homenaje a mi abuelo y a don Román.
ResponderEliminarhttps://cronologiadefamilia.blogspot.com/2020/09/mariano-ruiz.html√
Soy Miguel Ángel Bernabé (1947) hijo de Domingo Bernabé del Toro, uno de los alumnos del Maestro Aparicio y que por lo que parece fue ayudante suyo algún tiempo. Quiero agradecer al Maestro Aparicio la bonhomía que supo inculcar en sus alumnos y en particular en mi padre, que no dejó de hablarme de su maestro. Lo que Don Román supo transmitir a sus alumnos, sin duda llegó a mi. Mi padre guardó los cuadernos escritos con lápiz-tinta por Don Román y multiplicados con la técnica de la membrillera de parafina. Leyendo sus historias y dibujos con aquella preciosa letra se fraguó en mí una vocación que cristalizó impartiendo docencia en muchos niveles de enseñanza hasta mi jubilación. La obra de este Maestro sigue viva 87 años después de su asesinato.
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