Heliodoro de Arriba Carpio (Album familiar) |
Heliodoro de Arriba Carpio, nació el 2 de febrero de 1900
en Muñoz (Salamanca). Fue operario de Telefónica y en sus últimos años portero
de librea en una casa en la calle Goya de Madrid
Se casó con Benita Pascual y tuvo 5 hijos (4 hijas y 1
hijo). Por su pertenencia al Partido
Comunista es detenido e ingresa en la Prisión de Salamanca el 14/08/1939. El 07/03/1940 es entregado a la Guardia Civil para ser conducido a Madrid. El Consejo de Guerra le condena a pena de
muerte por adhesión a la rebelión. El 09/09/1941 es entregado al piquete de
ejecución y fusilado en el cementerio del Este.
Heliodoro luchó toda su vida por la libertad, la justicia
social, la igualdad de oportunidades y los derechos de los trabajadores. Estos valores
constituían los hilos conductores de la II República que fueron frustrados por
el golpe militar de 18 de julio de 1936. Como se frustraron la consecución de
estos ideales, también se frustraron las vidas de estos hombres y mujeres que lucharon por garantizar el bienestar de
los más vulnerables y la eliminación de los privilegios de clase.
Heliodoro quería por encima de todo que sus hijos fueran a
la Universidad, estaba convencido que estudiar les haría libres.
Cristina Revuelta (nieta de Heliodoro)
Cristina Revuelta (nieta de Heliodoro)
Gracias a la memoria y el tesón de su familia existen más recuerdos de él que los documentados sobre su detención y fusilamiento. Su hija Teodora le escribió esta carta sin destino posible...O no, porque los recuerdos siempre llegan:
CARTA SIN DESTINO
¡Hola papá! Como me emociona llamarte cuando han pasado
muchas décadas sin poder hacerlo.
Quiero dejar claro; tú no tenías las manos manchadas de
sangre, lo sabíamos nosotros y en tu defensa no dejaste de repetirlo. Cuando
habían pasado cuatro décadas y la dictadura terminó, en el certificado de
defunción, fechado el cinco de octubre de mil novecientos setenta y nueve,
figuraba: Heliodoro de Arriba, asiste a Consejo de Guerra el 20-6-41 y
finalmente, es entregado al piquete de ejecución el 9-9-41. Para cumplimiento
de condena por:
DELITO DE ADHESIÓN A LA REBELIÓN.
Muchos años callamos tu muerte, por no oír la coletilla de la
voz muda:
¡ALGO HABRÍA HECHO!
Papá además de vencidos hemos sido; derrotados, rojos,
callados, en definitiva los malos.
No sabían que en nuestras pequeñas vidas, la semilla del buen
hacer, principios, valores, ética, todo lo que durante tanto tiempo abonasteis,
estaba ya germinando.
En tu carta de despedida, nos decías: “chiquitines cuidar y obedecer a mamá”.
Tu consejo lo hemos llevado por bandera.
En tu carta del último adiós también nos decías:
“No siento mi muerte,
me duele el desamparo que te dejo mi amor”
¡Fue muy duro!
Y llegaron muchas voces: los pequeños al orfanato y las dos
mayores de niñeras. La respuesta de mamá, fue siempre la misma:
“Cuando de noche cierre
la puerta, mis hijos estarán conmigo”
¡Fue una madre coraje!
Artesana de todo; ¡hasta nos confeccionaba las zapatillas!.
Cerca de casa había un estercolero,
recogía las zapatillas viejas, sus suelas, después de limpias, las dejaba en el
número correspondiente, si era invierno de paño, si verano de lana. Antes de
empezar a transformarlas nos preguntaba, a gusto del consumidor ¿una o dos ondas?
El coserlo a la suela requería mucha fuerza, un alicate
tirando de la aguja y su lengua sacada para hacer más fuerza. La imitábamos
como gracia.
Los primeros momentos fueron muy duros.
¿Te acuerdas de aquella canción? Desde Santurce a Bilbao
vengo por toda la ría……Eso fue lo primero que hicimos, vender sardinas; una
caja de madera, las sardinas bien colocadas, una cuerda a los lados en forma de
agarrador ¡ A la sardina fresca por docenas! Este era nuestro grito recorriendo
las calles. Esto lo hacíamos mamá y yo. Los pequeños al colegio. Nunca
pedimos limosna.
Mamá murió a los 55 años. Había cumplido su cometido. Estaba
muy cansada y tenía el corazón roto de tanto sufrimiento. Abrió las alas, las
que tantas veces nos sirvieron de cobijo y voló alto, muy alto.
Papá tu muerte fue un vacío dramático con el que siempre
hemos vivido pero nos quedaron tus recuerdos:
Aquel juego, tú sentado y nosotros haciendo cola para
acomodarnos en tus rodillas que se ponían en marcha al grito de: Al trote, al
trote, al galope, al galope. Los dos pequeños no alcanzaban y yo los aupaba.
Otro recuerdo, este más goloso. Cuando te acompañaba al
mercado de Torrijos, había un puesto pequeño rodeado de una bandera
republicana, en su cumbre una bandeja de pestiños, con su pincelada de rica
miel. Una mujercita atendía a la clientela, mi mano agarrada a la tuya muy
apretada, mis ojos fijos en tu mirada esperando un sí o un no y mi triste
pregunta. ¿No hay centimitos.
Tengo casi noventa años y quiero seguir aprendiendo. Toda mi
vida he tenido un recuerdo de un deseo que tenías para nosotros. En una reunión
con tus amigos, cuando se marchaban les enseñaste a tus hijas, estábamos ya en
la cama, dorada y negra, dos a la cabecera y otros dos a los pies. El rey de la
casa (el deseado) estaba en su cunita en vuestra habitación. Abriste la puerta y
te oí este comentario: “Mis hijas
llegarán a la universidad”. Luchamos por ello.
Lamentablemente, no llegamos a la universidad pero fuimos
buenos profesionales. Tus nietos y biznietos son titulados.
He dejado este recuerdo para el último por la impresión tan
horrible que me causó, llevaríamos un año de guerra, en el colegio para
compensar el horror que estábamos viviendo, nos llevaban al cine Tívoli de la
calle Alcalá ponían ¡Botón de Ancla!, de repente se apagó la pantalla y
nuestros profesores muy deprisa nos pusieron a hacer filas. En la puerta
esperaban nuestros familiares, allí estabas tú papá, cogiste a los pequeños de
tus manos y nosotras de las suyas y nunca podré olvidar la canción que
cantábamos:
¡A tapar la calle que no pase nadie!
Así fuimos, Alcalá arriba hasta Goya, donde nos encontramos
un espectáculo dantesco, un atentado en los bajos del cine Salamanca, había
mucha pólvora, ya que allí se rellenaban las balas. La calle Torrijos, junto
con sus salidas de metro habían saltado por los aires. ¡Terrible!
Ante tal horror, tú nos dijiste: “Cerrar los ojos, ahora jugaremos a la gallinita ciega!
Este tremendo
atentado, se ha silenciado y ya han pasado más de 80 años.
Papá en toda nuestra vida no te hemos olvidado y siempre te
hemos sentido muy cerca.
¡Te seguimos queriendo!
Teodora de Arriba
Teodora de Arriba
Fuentes: Familiares, AGHD (JK)